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#ShiftThePower sin maquillaje


#ShiftThePower sin maquillaje

Florencia Roitstein

 

La Cazumbada 2024[1] fue un viaje a la honestidad brutal.

No hubo una puesta en escena.

No hubo un show para donantes ni para colegas. Tampoco story-telling.

Hubo una vivencia de lo real, del fracaso del sistema y de los infinitos desafíos de las comunidades para crear respuestas alternativas y pelear por sus derechos.

No hubo hoteles de lujo, ni comidas de lujo ni transporte de lujo.

Algunas veces no hubo siquiera agua corriente.

No hubo verticalidad ni jerarquías.

Hubo muchas músicas, muchos cantos y muchas risas.

Hubo los básicos y los importantes para sostener la esperanza colectiva.

Hubo compromiso, tenacidad y horizonte de lucha.

Hubo somos lo mismo y estamos en el mismo barro.

Hubo un estamos tratando de salir juntos poderoso y hubo un estamos todos tratando.

Hubo un estamos poniendo todo lo que tenemos, y fuimos un todos los mismos en los mismos lugares.

Hubo tejido, zurcido y bordados colectivos.

Hubo solidaridades y generosidades a cada paso y en cada gesto.

Nos llevaron a un lugar extraño e incluso por momentos bastante incómodo.

Sin embargo, ese extrañamiento quizá haya sido necesario.

Quizá lo que no nos provoca extrañeza en el cuerpo no pueda transformarnos.

Estuvimos en un lugar donde algo bueno puede pasar, algo bueno puede pasar si somos colectivamente. Vivimos una coreografía de una otra forma de “estar” e intercambiar posible. Un espacio donde el poder se comparte porque no es de nadie en particular y es de todos al mismo tiempo.

 

La Cazumbada 2024 fue un encuentro de tres largos días enteros. Enteros porque empezaban muy temprano en la mañana y cerraban muy tarde en la noche. Horas y horas de conversaciones de a dos, de a tres y en grupos, todas inesperadas, espontáneas y entre personas que en su gran mayoría no se conocían. Fuimos casi 50. Veníamos de lugares tan disímiles como San Francisco y Gaborone, Chiapas y New Orleans, Buenos Aires y San José, la mata Atlántica y Abuya. Conversamos durante horas en el bus que nos permitió ver y respirar el interior de Maranhão, en los almuerzos debajo de los árboles de frutos de castañas, y mientras, nos trepábamos a cortar mangos y nos enchastrábamos comiéndolos de parados. Intercambiamos experiencias en un comedor popular al costado de la ruta de tierra y en la fiesta inaugural en una enorme plazoleta triangular en medio de dos anchas avenidas donde pasaban autos y camiones durante una noche muy estrellada. Compartimos ritmos en los bailes de las fiestas comunitarias mientras sudábamos gotas que de tan gordas caían al suelo y en las caminatas en ojotas por los senderos del Amazonas. Nos ayudamos en la barcaza que nos llevó de Cujupe durante más de una hora y en el bote de maderas gastadas y sin salvavidas que nos cruzó. Nos dimos una y otra vez la mano para seguir adelante a pesar de la ruta escarpada o cuando el calor y la tierra abrumaban, la respiración se complicaba y las picaduras enrojecían nuestras pieles desacostumbradas.

 

Los tres días de la Cazumbada fueron siempre al aire libre, en las calles de tierra anaranjada que volaba hasta cubrir de color ocre las verdes plantas que marcaban los límites del paso, en espacios abiertos de los pueblos, en el claro de una comunidad local al interior de la mata amazónica, bajo un techo de paja en la arena blanca y en la tierra alrededor de un escenario imaginario en el parque agroecológico de Buritirana.

 

Nunca en ningún lugar hubo lugares prestablecidos. Ni tampoco sillas para unos y sillones para otros.

Tampoco cuartos especiales. Ni siquiera habitaciones individuales.

 

Fuimos todos lo mismo. Colegas al principio, aliados en el proceso y compinches al final.

Las comidas fueron siempre simples, sabrosas y copiosas. Muchos platos diferentes que contaban acerca de las costumbres y de la identidad de la región, y se presentaban generosos sobre bandejas enormes con farofa de carne seca, tarta de camarao, de peixe frito, bobó y vatapá. Hubo mucho “cuidado” traducido en gestos simples y cotidianos como agua fría y potable en abundancia, las sonrisas permanentes y las palmas de las manos cariñosamente apoyadas en el hombro que acompañaban la pregunta diaria ¿hoy cómo estás?

 

No hubo agenda de trabajo prestablecida, ni estructuras que condicionaran los pensamientos ni las acciones. Cada día fue una invitación a un devenir de experiencias que aparecieron como consecuencia de entretejidos invisibles, de intercambios con y entre las comunidades con las que co-habitamos en tiempo y espacio.

No hubo protagonistas ni plumas ni autoridades.

 

Fuimos todos actores de reparto sin textos pre-formateados, acomodándonos a cada instante y siempre listos para acompañar y participar de un mundo entendido a partir de otra mirada, una mirada en la que los seres humanos no son el centro.

No hubo disfraces, ni ropas, ni maquillajes.

Fuimos despojados de casi todos nuestros hábitos cotidianos incluidos los celulares.

No hubo certitudes absolutas ni lecciones aprendidas ni resultados cuantitativos esperados.

No hubo mediciones de impacto ni delirios de escalabilidad.

Casi lo contrario. Nos sentamos, observamos e intercambiamos y fuimos todo lo que somos, personas confrontadas a una verdad incómoda que frustra y hiere.

 

En Maranhão las pleamares y bajamares registran la mayor variación de mareas de Brasil y la tercera del mundo. La Cazumbada 2024, como las mareas de Maranhão cuando bajan dejan a la intemperie todo aquello que se esconde debajo de las aguas: las profundas cicatrices de una tierra violada, explotada y expoliada y la lucha cotidiana de su gente, muy especialmente las mujeres, contra su destrucción. 



[1] Del 3 al 6 de diciembre de 2024, la Fundación Baixada y el Instituto Formacao acogió a sus socios institucionales y amigos para una inmersión en el territorio que ofrece toda la abundancia que necesitamos. Cazumbada es un evento que se realiza en la Baixada Maranhense, Brasil, y que busca sumergir a los participantes en la cultura y el territorio de la región. El nombre de Cazumbada hace referencia a Cazumbá, un personaje místico de las celebraciones del Bumba Meu Boi.

Cazumbá es una figura folclórica que evoca una mezcla de emociones, como miedo, molestia y diversión. Se caracteriza por su máscara impactante y sus indumentarias coloridas y elaboradas.



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